martes, 3 de marzo de 2009,15:27
Cómo me gusta ser mujer o la publicidad puede hacer milagros
Bendita seas, Isabel Coixet, porque tomaste las riendas del asunto. No sé si alguien se acuerda aún de cómo eran las cosas hace diez años. He recuperado este artículo escrito en un antiguo fanzine (ya nadie recuerda qué era eso, pero era antes de Internet), para hacer un poco de historia a las jóvenes lectoras:

"Me muevo, me muevo, me muevo con gracia, me muevo deprisa. Me muevo sin darme cuenta. Ah, no, espera, que no es así: me duele, me duele, me duele, me duele cuando estoy en el trabajo, cuando me voy al gimnasio, cuando llego a casa y preparo la cena. No tengo ganas ni de moverme del sofá. Qué raro que no tenga ganas de montar a caballo, ni de hacer footing, ni de esquiar, ni de ir a la piscina. Ellas sí, son supermujeres. Quiero decir las niñas de los anuncios de compresas, que no tienen más de veinte años. Viven en un eterno día de primavera. Su atractivo impúber se contradice con el producto. Se les nota que van hasta arriba de Saldeva. Se rodean sólo de más mujeres y, siempre en compañía, se van de excursión para hablar de estas cosas, tan de chicas. ¿A quién de nosotras se nos ocurriría hacer un debate sobre el tema en cuestión? ¿Y echarle zumo de naranja a la compresa? Apartaría de un manotazo a mi hermanita de seis años que deja el montón de arena para venir a meter el dedo donde no debe, llámese perlitas de gel. Pero qué asco. Extraño experimento, lamentable como el del tubo de ensayo y el líquido azul, inútil, ridículo, para demostrar nada.

Dias de primavera con una protagonsita andrógina que promulga la anorexia. Sí, me gusta ser mujer, pero precisamente esos días, qué casualidad, que no son los más luminosos. Los pequeños detalles sí me hacen feliz: el olor a césped recién cortado, las flores expuestas en el mercado, echarse a la calle en un día de sol. Pero no coinciden con "esos días", y aquí es inevitable hablar de tópicos: hinchazón, bajadas de tensión, mal humor, malas contestaciones, granos desafiantes que te miran con su cabecita blanca, incluso cuando te sorprendes porque ya no eres adolescente.
¿Cómo verán ellas, que empiezan este asunto? (Los publicistas lo tienen difícil, hay que reconocer que el tema es delicado, pero los hay estúpidos). ¿Se creerán de verdad que sólo existen esas mujeres-modelo? ¿Que hay que aguantar la respiración en el autobús si no llevas puesto el salvaslip, teniendo como tienen esas chicas el mismo cociente intelectual que el niño de las pizzas artesanas (la LOGSE ha hecho estragos) que le pregunta a su abuelo si ha hecho él los tomates? ¿Las compresas las diseñan ingenieros de obras públicas por los canales de las extraplanas? Adhesivos elásticos que se ajustan mejor y que no se mueven, filtrantes transpirables, partículas ultrabsorbentes en un universo azul y blanco poblado de niñas tan cursis como sus diálogos: "¡Anda, si lo llevo puesto!"

Cómo me gusta ser mujer. A pesar de todo, soy optimista. Otras hablan del mismo tema de otro modo. Claro que se trata de una mujer real, con curvas, que habita un universo bien conocido, cercano y cálido. Gioconda Belli, escritora y poeta nicaragüense nacida en 1948, escribe este poema:

TENGO (El ojo de la mujer)

Tengo en mis ovarios semillas,
poemas sin empezar,
llantos y risas congelados.
Quisiera visitar esos almacenes diminutos,
conocer a los hijos que nunca tendré;
pedirles perdón a través de la sangre.


Bendita seas, Isabel Coixet, porque con lo de que huele y lo que no huele te llevaste a todas las petardas de la acampada a rodar por un prado en forma de compresa. Allí sí se pusieron hasta arriba de todo, no precisamente Ibuprofeno, y creaste una sintonía sin letra que ahora es un politono.
 
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